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Historia del logo de la Metro Goldwyn Mayer


El león que ruge ante las cámaras es una imagen entrañable para todo cinéfilo. Aquí recordamos el origen del logotipo más emblemático de la historia del cine.
Rin Tin Tin, Babe, Lassie, Flipper… La lista de animales que se hicieron famosos en Hollywood es larga. Sin embargo, uno de ellos se convirtió en un ícono de la meca del cine sin necesidad de haber protagonizado películas. “Leo”, el león que da inicio a todas las cintas de la Metro Goldwyn Mayer, tiene una historia aparte y aquí te la contamos.

Tras combatir en la Primera Guerra Mundial y trabajar como reportero, Howart Dietz llegó a la Goldwyn Pictures en 1924 para asumir el cargo de director de publicidad. Al poco tiempo, la productora se uniría a Metro Pictures para formar la Metro Goldwyn Mayer. En busca de un símbolo para la nueva empresa, Dietz sugirió utilizar un diseño que había creado años atrás inspirado en el lema de la Universidad de Columbia: “Ruge, león, ruge”, palabras que se utilizaban para alentar al centro de estudios en competencias deportivas.

Aunque “Leo” es el nombre oficial de la mascota, su papel lo han interpretado varios leones. El primero de ellos se llamó “Slats”.

La grabación de la primera apertura se realizó en 1957 y “Slats” llegó desde Sudán especialmente para la ocasión. Aunque su trayecto hacia Hollywood no fue fácil: su avión chocó antes de despegar y debió sobrevivir al accidente que sufrieron dos trenes y a la inundación de un barco.


Una vez en Hollywood, Volney Phifer, un famoso domador de animales, fue quien lo entrenó para el rodaje del video que lo convirtió en un ícono del cine. Como toda una celebridad, el león acudía a los estrenos de las películas en su propio coche mientras sus cuidadores repartían “autógrafos” suyos con la frase: “Rugientemente suyo, Leo”.

A la vejez, “Slats” fue olvidado y finalizó sus días en un triste hospicio para animales. Mientras que otros leones,“Tanner”, “Jackie”, “Coffee” y “George”, entre ellos, tomaron su lugar en años subsiguientes. Fuente El Comercio

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